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INTERVENCIÓN FAMILIAR

El apego seguro, un reto en la crianza

La teoría del apego surgió de la mano del psicólogo y psiquiatra británico, J. Bowlby (1907-1990), a mediados del siglo pasado, a partir del estudio de los niños que vivían en orfanatos. Bowlby analizó la predisposición innata de los bebés hacia la vinculación con sus cuidadores, así como, la influencia sobre el bebé, del cariño, la vinculación, el tacto y el movimiento, recibido de los adultos, en su desarrollo. A partir de aquí, los teóricos han desarrollado los tipos de apego existentes entre los niños y sus cuidadores a lo largo de las diferentes etapas del ciclo vital, analizando la relación que se establece entre el pequeño, que requiere los cuidados y protección del adulto, así como, la influencia de la atención recibida enla generación de los recursos de afrontamiento futuros. 

En la actualidad muchas son las corrientes y tendencias, que establecen conductas o patrones en la relación de los adultos con los pequeños, para establecer de manera correcta un vínculo seguro. Éstas, pueden incluir pautas desde las primeras etapas de la gestación, aunque las más comunes, se basan en: la accesibilidad del cuidador cuando el menor siente incomodidad o miedo potenciando la sensación de seguridad; la generación de la confianza suficiente para que el hijo pueda explorar aquello que le rodea potenciando su desarrollo y crecimiento personal, así como, un tercer aspecto, que sería que el adulto le ayude a aceptar y manejar las diferentes emociones que pueda experimentar.

El tipo de consuelo y la seguridad que brinda el adulto ante el miedo o inquietud del pequeño, influye en la supervivencia de éste, a la vez que le da estrategias para que pueda gestar sus futuros patrones de regulación emocional. Por tanto, estas conductas que favorecen el apego, persiguen ofrecer la seguridad y la protección por parte de los adultos hacia los hijos, mostrándose como personas más maduras, cálidas y sabias.

A partir de estas experiencias primarias, el niño va siendo capaz de poder representar interiormente a las figuras de apoyo y su relación con ellas. Según el tipo de interacción establecido, el niño podrá generar de manera autónoma diferentes planes para mantener su propia seguridad y protección, ante aquellas situaciones percibidas como amenaza, en el futuro.

¿En este punto es cuando nos planteamos, qué aspectos debemos fomentar en la relación con nuestros hijos para potenciar, como cuidadores, el establecimiento de un apego seguro?

Partiendo de la base de que somos personas y, como tal, no somos perfectos ni podemos exigirnos serlo, hemos de partir de la comprensión de nuestros defectos y tratarnos con afecto y amabilidad a nosotros mismos, éste puede ser un buen inicio para poder aceptar a la vez a los demás y ante todo a nuestros hijos. Ser respetuosos con nosotros es aceptar que el proceso de crianza es realmente complejo, que todos nos equivocamos y que lo importante es nuestra intención de hacer lo mejor para nuestros hijos.

Para poder iniciarnos en este proceso, podemos empezar por sentir interés y curiosidad sobre la conducta de nuestros hijos, acercándonos para poder ser espectadores de aquellas actividades que realizan y, intentando descubrir y compartir con ellos, los diferentes estados emocionales que expresan. Este acercamiento nos permite reflexionar sobre la capacidad que muestran nuestros hijos para poder explorar y intentar nuevos retos, así como, nuestra actitud ante estos desafíos, si como padres, los animamos y acompañamos para ofrecer seguridad; según en qué momentos, compartiendo con ellos la actividad observándolos, placenteramente y, según en qué otros, poniendo fin a una exploración no segura.

Otro aspecto interesante, es ayudar a que los pequeños se regulen emocionalmente, desde el momento en el que sintonizamos con sus emociones a través de la empatía, y les ayudamos a entender lo que sienten, estando a su lado, acompañándolos, sin intentar cambiar o minimizar su experiencia. Aceptando sus emociones y demostrando que podemos quedarnos con ellos mientras pasan ese momento. Cuando el niño se sienta más aliviado, de manera espontánea o con la ayuda del adulto, reiniciará su actividad con normalidad.

Conjuntamente se puede ofrecer la capacidad de mentalización, es decir, como a través del discurso narrativo de las situaciones, analizamos las causas y consecuencias de un hecho, así como las emociones asociadas para cada actor implicado en ella. Esta habilidad permite enseñar otro aspecto de la regulación emocional y la empatía, potenciando el ponerse en el sitio de los demás y la comprensión de sus respuestas en función de cómo se pueden sentir. Este hecho es fundamental para que el niño pueda diferenciarse de los demás y sepa quién es, desarrollando su identidad como persona y desarrollando habilidades para la resolución de los conflictos interpersonales.

Así pues, la base para el establecimiento del apego seguro tiene sus cimientos en los adultos responsables de los menores y en su capacidad para satisfacer las necesidades de los pequeños. Este adulto más bondadoso y sabio, pone atención a las necesidades de los menores para cubrirlas, exceptuando en aquellas situaciones en las que satisfacerlas pueda ser dificil o peligroso.  

Por tanto, en determinadas situaciones, será necesario establecer límites con los más pequeños de manera respetuosa, estableciendo una serie de normas y límites claros y coherentes. El límite ofrece modelos de asertividad, así como, la oportunidad para poder tolerar la frustración, aprender la gestión de los conflictos y la identificación y expresión de las propias necesidades.  

Por todo ello es indispensable establecer una buena comunicación con el menor, que favorezca compartir los aspectos anteriormente señalados. Favoreciendo una escucha activa que permita descubrir qué piensa y siente el pequeño, así como, que le acompañe en la comprensión de los hechos externos y de las emociones que siente, desde la amabilidad y la sabiduría.